Trabajo en Red Internacional en la Compañía de Jesús

El trabajo en red, networking en su terminología anglófona, está llegando a considerarse como una nueva forma apostólica de proceder que permite una mejor colaboración a nivel global y regional al servicio de la misión universal.

¿Alguna vez has pensado qué pasaría si todas las obras de la Compañía de Jesús se coordinasen para realizar un proyecto mundial en común? ¿Eres consciente de las nuevas posibilidades que la acción concertada ofrece a organizaciones como la nuestra, presentes en múltiples países? ¿Imaginas las ventajas que se derivan para el servicio de la fe y la promoción de la justicia del Reino? Estas son sólo algunas de las preguntas que hay detrás de la proliferación de redes internacionales que estamos viviendo en los últimos años a lo largo y ancho del cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús.

Este tipo de trabajo en red – networking en su terminología anglófona – está llegando a considerarse como una nueva forma apostólica de proceder que permite una mejor colaboración a nivel global y regional al servicio de la misión universal. Se trata de nuevas iniciativas que conectan personas e instituciones de tal forma que posibilitan la actuación como un organismo global e interdisciplinar, donde la colaboración eleva las estructuras apostólicas a un nivel de organización que, yendo más allá de sus provincias y ámbitos locales, logra un alcance e impacto regional o global.

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Y es que nadie puede negar que vivimos en un mundo cada vez más conectado en el que los procesos de globalización, junto con el efecto de las tecnologías de la información y comunicación, han disparado la conectividad y las redes de interdependencia a todos los niveles. “Nuestra sociedad – dice el sociólogo Castells – está estructurando sus principales funciones y procesos alrededor de redes”. Este nuevo énfasis está afectando a la forma de desarrollar la labor de todo tipo de organizaciones, incluida la Compañía y la Iglesia. “La interconexión – según nuestro P. General – es el nuevo contexto para entender el mundo y discernir nuestra misión”.

La potencialidad para la misión que acompaña a estos nuevos niveles de colaboración está cambiando la manera en que la Compañía de Jesús se entiende a si misma, su misión y sobre todo sus estructuras para este nuevo contexto. Al igual que el resto de instituciones internacionales, los jesuitas también estamos inmersos en este proceso de interconexión, especialmente visible en los últimos años, tras la Congregación General 35, cuando el redescubrimiento de nuestra vocación a la universalidad reactivó el dinamismo de creación y desarrollo de redes internacionales en los diferentes sectores apostólicos. Y es que la capacidad de adaptación a un contexto globalizado está ya en nuestros genes. Ya en la primera Compañía Ignacio promueve una visión universal claramente presente en la contemplación de la encarnación (EE 102) que se traduce en un sentido de envío en misión apostólica global, y una dimensión de disponibilidad y movilidad por la mayor gloria de Dios que era desconocida hasta el momento. El mismo cuarto voto es una llamada a la universalidad, al servicio del obispo de la iglesia mundial, y la unión de ánimos es un medio espiritual para la unidad en una misión que inevitablemente dispersa el cuerpo apostólico por el mundo.

En los años 50 el P. Janssens suspiraba con las posibilidades de la Compañía “si sólo uniéramos nuestras fuerzas y trabajáramos en un espíritu de unidad”. Desde entonces la cooperación interprovincial, la dimensión internacional de la misión y la necesidad de cooperación a nivel global han ido apareciendo progresivamente en las sucesivas Congregaciones Generales. En el año 1995 se recomienda definitivamente el desarrollo de redes globales y regionales para la misión (CG34, D21, n13), y nuestra última Congregación será la que remarca que el trabajo en red internacional es una “necesidad innegable” para la misión de la Compañía en el siglo XXI (CG35, D5, n17).

Así que disipadas las dudas, lo que es curioso es que la progresiva conciencia del sentido corporativo y universalidad de la misión, cristalizada en las prioridades apostólicas formuladas en 1970 (replanteadas en 2003 y actualizadas en 2008) no ha sido acompañada orgánicamente de la actualización progresiva de las correspondientes estructuras, haciendo hoy de la cuestión del desarrollo organizacional una de las claves apostólicas de futuro.

Por eso nuestra espiritualidad flexible y nuestra tradición de diálogo con el mundo nos instan a replantearnos las estructuras existentes con el fin de encontrar mejores respuestas a los desafíos globales y a los problemas internacionales.

Es esta, y no otra, la razón de que los jesuitas desarrollemos redes, pues son redes por el bien de la misión. Ya en los años 70 comenzaron a crearse redes de homólogos entre instituciones similares dentro de las provincias y algunas asistencias, originando las redes de colegios o universidades de un país o región que llevan funcionando desde entonces. Sólo pasados los 80 surgen las grandes redes apostólicas como el Servicio Jesuita a Refugiados, la federación internacional de Fe y Alegría (fundada mucho antes pero que comienza a trabajar en red en este tiempo), o la red africana de trabajo contra el SIDA (AJAN).

Tendremos que esperar a los últimos 10 años para ver surgir la nueva ola de redes modernas como las de centros sociales en Latinoamérica o África, la iniciativa SAPI
(South Asia People’s Initiative), el prometedor Jesuit Commons o las Global Ignatian Advocacy Networks. Todas ellas son iniciativas nacidas con la intención de crear nuevos espacios de trabajo colaborativo al servicio de la misión. Unas han funcionado unos años y perdido su sentido, o ni siquiera han llegado a despegar. Otras contribuyen de manera acertada a nuestra tarea apostólica, hasta el punto que sería difícil hablar hoy de nuestra misión universal sin citar a algunas de ellas.

Algunas redes simplemente proporcionan apoyo a obras individuales, centralizando e integrando servicios y herramientas comunes. Otras, no obstante, se pueden considerar redes organizacionales en las que los miembros coordinan sus esfuerzos y actúan juntos como un único sujeto. Este último es el nuevo nivel de agencia deseado para el trabajo en red Jesuita, donde las instituciones y los individuos se perciben a sí mismos como parte de una misión más amplia que trasciende las fronteras de su institución o región, y por tanto están dispuestos a contribuir para avanzar en esta misión compartida más amplia.
La primera institución jesuita que realmente implementó la idea del trabajo en red internacional ha sido el Servicio Jesuita a Refugiados, siguiendo la profética intuición de
Arrupe de responder a una demanda de ayuda internacional con la primera estructura global de la Compañía de Jesús. Casi 30 años más tarde, el ejemplo más novedoso de creación de red es el proyecto GIAN (Global Ignatian Advocacy Network) que puede ser consultado en
www.ignatianadvocacy.org y que liga a instituciones jesuitas de todo el mundo en torno a cinco prioridades de acción concertada para la incidencia pública global.
Desde el año 2008 se están coordinando redes en torno al derecho a la educación, gobernanza y recursos naturales, paz y derechos humanos, migración y ecología. Otro interesante ejemplo es el proyecto de Jesuit Commons www.jc-hem.org que intenta llevar educación superior a las fronteras de nuestra misión con la ayuda de la tecnología. Estas iniciativas son cada vez más internacionales, interdisciplinares y multi-sectoriales.

Aún así, estamos lejos de poder decir que la Compañía ha encontrado su estrategia organizativa para implementar la misión global. No todo el trabajo en red es propio de nuestra forma de proceder, existiendo el peligro de reduccionismos basados en la desigualdad, la homogeneización, o que promuevan acercamientos superficiales a los individuos, las culturas o la misión.
Estas dificultades, unidas a nuestra fuerte tradición de inculturación local, hacen complejo el trabajo colaborativo. Nuestro mayor reto es el cambio cultural que se necesita para implicar a personas e instituciones no sólo a nivel institucional sino a nivel regional y global de forma que empiecen a sentirse parte integrante de redes más amplias de acción y de transformación de la realidad. Necesitamos poder generar un nuevo “ecosistema” que favorezca la colaboración y asociación a mayor escala, así como la formación de jesuitas y colaboradores con las habilidades necesarias para aportar visión y liderazgo a una misión cada vez más universal y compartida.

Con esta intención a finales de diciembre de 2012, inauguramos la iniciativa “Jesuit Networking” a la vez que publicábamos el primer documento centrado en el tema del trabajo en red internacional en la Compañía de Jesús. Desde entonces se están creando redes de difusión y de trabajo para continuar con esta reflexión, acompañar a las iniciativas en marcha y fomentar la innovación en esta dirección que tantos retos plantea a nuestra actual estructura y forma de proceder.
Este pequeño artículo sólo pretende difundir y promover entre Jesuitas y colaboradores la idea de que el trabajo en red internacional es parte del envío a las fronteras para crear puentes, dialogar y colaborar con quien compartimos misión. Clarificar cómo han de ser estas nuevas estructuras y modos de proceder en misión universal es tarea de todo el sujeto apostólico. Si este tema resuena en tus inquietudes y quieres contribuir con tu experiencia, sabiduría y mociones, no dudes en entrar a www.jesuitnetworking.org y sumarte a uno de los canales por los que la Compañía está a la escucha de lo nuevo que el Espíritu nos susurra a cada uno como parte de un cuerpo apostólico global.

@danivillanueva

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