01/10/2014
Palabras del Presidente

Queridos exalumnos/as de jesuitas,

El 31 de julio de 1973 no fue una fiesta ordinaria de San Ignacio para la Compañía de Jesús, sino que nadie podría imaginar que los dos eventos que tuvieron lugar en ese día diseñarían de una forma decisiva el destino de la Compañía.

En Valencia, España los exalumnos europeos de los jesuitas estaban reunidos en su décimo congreso y ellos recibieron las palabras del Padre General, un Padre General nacido en la misma región española que San Ignacio, en el Pais Vasco. Su nombre era Pedro Arrupe.

El mismo día, el 31 de julio de 1973, día de San Ignacio, alrededor de 6.000 millas al oeste, otro jesuita se convertía en el provincial de su país. Su país era Argentina y el nombre de este segundo jesuita era Jorge Mario Bergoglio.

El primero estaba expresando frente a los exalumnos europeos lo que sería el legado para la Compañía de Jesús, para sus exalumnos y su Iglesia. Y lo hizo acuñando una frase que ahora anima, energiza e incluso posee a millones de personas en todo el mundo, y eso es lo que deberíamos ser: “Hombres y mujeres para los demás”.

El segundo se convirtió discretamente en el  primus inter pares, el primero de los jesuitas argentinos en unos momentos de gran convulsión en su país. Sabemos lo que sucedió y como Jorge Mario Bergoglio se convirtió en arzobispo de Buenos Aries y más tarde Papa bajo el nombre de Francisco.

Pero, permitámonos pensar en ésto, ¿no es un hecho extraordinario que en el mismo día, hace más de cuarenta años, en ambos lados del Atlántico, dos jesuitas tomasen responsabilidades que resuenan hasta hoy?

Pedro Arrupe, como el profeta que fué, estaba anunciando a los exalumnos de Europa, quienes recibían el discurso un poco desconcertados, que el servicio de la Fe no podía comprenderse sin la promoción de la Justicia.

Jorge Mario Bergoglio, estaba asumiendo, como pastor que es, la primera de una serie de responsabilidades, en un tiempo y en un país donde tenía que discernir para preservar y proteger a sus compañeros y a la Compañía de Jesús como tal.

Dios obra de forma misteriosa y a veces sus sincronicidades son ocasiones perfectas para recordarlo. En este año en el que la Compañía de Jesús está celebrando el bicentenario de su restauración, permitámonos recordar en gratitud lo que estos dos hombres nos han traído y todavía nos traen a todos nosotros y a muchos otros en el mundo.

 

 

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