La Casa de San Ignacio
Aquí estoy, en este sábado 20 de julio 2013, en la Plaza de Jesús en Roma ante la Iglesia del mismo nombre
Un lugar que ha cambiado a lo largo del tiempo y de los siglos
Roma está en calma en este caluroso sábado de verano. La exuberancia italiana parece un instante en calma. La gran fachada de la Iglesia ocupa casi todo el espacio q envuelve la vista. La configuración del lugar no es la misma que en 1556, año de la muerte de San Ignacio de Loyola: la Iglesia es posterior a su muerte así como la casa y la disposición de las calles vecinas q también han cambiado a lo largo del tiempo.
Al lado de la iglesia, hay un gran edificio: es la Casa Professa construida entre 1600 y 1605, después de una inundación muy importante en 1598 que amenazó los cimientos de la casa original.
Fue el Padre Aqua Viva quien construyó la nueva casa en el lugar de la primitiva, preservando las cuatro habitaciones donde vivió San Ignacio de Loyola entre 1544 y 1556, los doce años últimos de su vida. Estas habitaciones están como un joyero, en el corazón mismo del edificio. Para preservarlas intactas, se han reforzado con unos arcos abovedados por debajo de sus cimientos.
El Centro neurálgico de la Compañía
Estoy impresionado al encontrarme en este lugar donde vivió San Ignacio, donde rezaba, trabajaba y dirigía la Compañía. Esta conoció un crecimiento muy rápido y enérgico, impulsado por su gran determinación, pragmatismo, inteligencia, compromiso y por su gran fe. Estas cuatro habitaciones fueron el lugar donde también leía y escribía y también fue el lugar de una gran correspondencia.
Desde aquí conducía la Compañía, como un Comandante al mando de un barco: la información enviada por los compañeros en misión por el mundo llegaba aquí y sus instrucciones se repartían por el mundo en sus cuatro puntos cardinales. Estas cuatro habitaciones eran verdaderamente el centro Neurálgico de la Compañía en esta época.
Nos parece a todos hoy en día, hombres y mujeres del siglo XXI, que la comunicación por correo debía ser muy lenta, pero la dinámica de la vida era otra y los ritmos eran continuos, no por oleadas: vivían, pensaban y se comunicaban desde una perspectiva de largo plazo más que de inmediatez. El espíritu de San Ignacio miraba al futuro en perspectiva de un año de referencia, mientras que nosotros hoy en día buscamos respuestas inmediatas, en minutos, en segundos a través de los correos electrónicos o sms. Mientras que en la época, la manera y los medios de comunicarse eran totalmente diferentes. Además no decimos lo mismo en una carta que podría tardar seis meses en llegar a su destinatario que un email que llega en segundos. Hoy en día nos parece muy difícil imaginar este contexto.
Roma en lugar de Jerusalén
La idea inicial de los Compañeros no era ir a Roma: en 1534 en un 15 de agosto estaban en SEPT, en Montmartre (París)2 y pronunciaron los votos de castidad, de pobreza así como el voto de ir a Jerusalén de misiones. Pero éste último voto no se pudo realizar, de ahí que se fueran a Roma a ofrecerse al Papa y de ponerse a su servicio. Además la guerra entre los venecianos y los turcos en los inicios del Siglo XV hicieron este viaje imposible. Ignacio y diez de sus compañeros partieron hacia Roma en 1537. En 1539 Ignacio expuso al Papa el proyecto de una nueva orden religiosa y fue en 1540 que fue promulgada la bula por la cual la Compañía vio la luz. Los compañeros y la Compañía entonces se encontraban en Roma así que fue allí donde nació y donde aún ahora permanece.
El lugar
Hay que subir unas grandes escaleras para llegar a las “habitaciones de San Ignacio”. Es a través del pasillo construido por el Padre General Claudio Aqua Viva entre 1600 y 1605 por donde entramos.
La primera habitación es una especie de entradita. Desemboca a otra pieza donde vemos de un lado una silla y 2 sillones nada ergonómicos
En la pared opuesta hay un estrecho bloque de piedra coronado por una cabeza de bronce. Es la cabeza de San Ignacio hecha a partir de su máscara mortuoria. La posición de esta cabeza se corresponde a la altura que se supone era la talla de Ignacio.
Remarcaría que no es muy diferente a la altura de nuestros contemporáneos, mientras que la talla humana media de aquella época era bastante inferior a la actual (foto). No podemos dejar de mirar esta cabeza de bronce y de interrogar esta cara. Mi vista se dirige después alrededor pero no deja de invadirme esta figura de bronce que me busca y me pregunta: ¿qué dirías tú querido Ignacio si tú volvieras entre nosotros cinco siglos después de tu muerte? ¿Y qué nos dirías a cada uno de nosotros? No hay duda de que después de cinco siglos de cambios nos sería muy difícil estar en la misma onda. Ignacio hoy es nuestro modelo, nos seduce, nos dinamiza y nos impulsa a actuar en su espíritu, cinco siglos después. Y me digo:”Ignacio, estoy en tu casa, te miro, te escucho, háblame”
Volvemos a la entrada y entramos en la Capilla. Es aquí donde Ignacio trabajaba.
En la pared, un cuadro de la sagrada Familia que Ignacio miraba frecuentemente y ante la cual rezaba para sacar fuerzas, esa fuerza que le impulsó para hacer progresar la Compañía. Cierto es que seguramente conoció etapas de desfallecimiento. En una esquina, una silla muy simple: es allí donde Ignacio conoció la muerte de Francisco Javier en 1552 en la pequeña isla de Sancian, cerca de Macao en la Costa de China. Ignacio permaneció mucho tiempo postrado con la cara llena de lágrimas.
Y Francisco Javier también cuando murió pensó en sus compañeros: antes de partir a Oriente, entregó un pequeño papel a sus siete compañeros y les pidió escribir su nombre. Este pequeño papel le acompañó siempre en sus interminables peregrinaciones.
Y cuando le faltaba la fuerza para seguir lo miraba, simplemente.
Todavía en la capilla, en la pared de en frente, en un nicho, estas tres letras griegas IHS, que evocan el nombre de Jesús.
Es aquí también donde Ignacio murió, a la derecha de su cama una placa encastrada en el suelo con las siglas ”HIC OBIT IGNATIUS”, es aquí donde Ignacio murió. Busco su presencia, alrededor de sus objetos, de sus vestidos, de los cuadros que como yo, le miraban, pero sin embargo eran otro mundo.
En la habitación adyacente en la cual se entra a través de la capilla hay algunas vitrinas; las que más me han impresionado son aquellas donde se expone la casulla de Ignacio y aquella donde están expuestas sus zapatos.
Es preciso remarcar que el fervor de los peregrinos no es el mismo que su total necedad al desaparecer trozos de las suelas de los zapatos! Así como trozos de la puerta! Parece increíble, aunque actualmente resulta del todo improbable, ya que las visitas son hoy en día organizadas con antelación y siempre con alguien con quien todo está bien protegido.
Busco a Ignacio y me doy cuenta, que en este lugar donde reina la calma, nada se ha parado, el mundo avanza y hay hombres y mujeres que trabajan incansablemente por un mundo mejor, en el espíritu de San Ignacio. Escucho la voz de San Ignacio que me dice: “Vete y no pares, no pares nunca! Hay tanto que hacer, hasta el último instante trabaja la tierra para hacer germinar las semillas que se encuentran escondidas y que harán las mañanas de nuevo mundo. Implícate y trabaja por la construcción de la Ciudad ya que esta es la razón de vivir en este mundo.”
Me doy cuenta que no he escrito gran cosa de la casa, pero es que solo hay cuatro pequeñas habitaciones y muy simples… Sin embargo, han suscitado mi emoción y han estimulado mi espíritu. Y eso es lo que he querido compartir con todos vosotros.